TRATAMIENTO SOBRE EL ALCOHOLISMO
Es el estado de intoxicación crónica o periódica debido al consumo repetido de una droga. Se caracteriza por un fuerte deseo a seguir tomándola. En estos casos existe una tendencia a incrementar las dosis y se presenta una fuerte dependencia física y psíquica a los efectos de la droga. Si se suprime su consumo bruscamente aparecen graves trastornos físicos conocidos, en conjunto, como síndrome de abstinencia.
Tratamiento
El tratamiento de los drogadictos constituye una ardua tarea que no siempre se ve coronada por el éxito. La realidad demuestra la gran cantidad de drogadictos que sufren recaídas y que vuelven al mismo grado de intoxicación inicial poco tiempo después de haber concluido el tratamiento de deshabituación.
En el tratamiento de las toxicomanías, cabe distinguir dos niveles claramente diferenciados: el tratamiento médico de resultados positivos en la mayoría de los casos y el tratamiento psicológico, este último de mayor complejidad, ya que implica la superación, por parte del adicto, de las motivaciones, tanto individuales como sociales, que le han conducido al consumo de droga y a la toxico manía.
Un elemento indispensable previo a la terapia, será la voluntad explícita del toxicómano de abandonar la droga definitivamente. El tratamiento terapéutico no puede triunfar si no existe el deseo plenamente consciente de cambiar de vida, sin que ello suponga necesariamente la aceptación por parte del enfermo de las circunstancias sociales que lo impulsaron a drogarse.
La primera fase del tratamiento consistirá en lograr la deshabituación controlando los riesgos del “síndrome de abstinencia”, que, en el caso de las drogas duras sobre todo la heroína, puede ser realmente peligroso. Esta fase tiene que realizarse bajo el cuidado y dirección de especialistas, así como en centros médicos adecuados.
En la segunda fase, se requiere generalmente un tratamiento psicológico (psicoterapia), dado que los enfermos suelen presentar algunos trastornos de personalidad y dificultades en su capacidad de relacionarse sin la droga. Para facilitar el contacto interpersonal y la dinámica social suelen emplearse las terapias de grupo.
La tercera fase, simultánea a la anterior, intenta integrar al individuo en la vida social. Pero este objetivo trasciende, la mayoría de las veces, las posibilidades estrictamente terapéuticas, ya que depende de factores económicos y sociales, por lo que deberían intervenir también otros organismos. La ausencia de este requisito suele ser el factor que provoca el fracaso en la mayoría de los casos.
Tratamiento
El tratamiento de los drogadictos constituye una ardua tarea que no siempre se ve coronada por el éxito. La realidad demuestra la gran cantidad de drogadictos que sufren recaídas y que vuelven al mismo grado de intoxicación inicial poco tiempo después de haber concluido el tratamiento de deshabituación.
En el tratamiento de las toxicomanías, cabe distinguir dos niveles claramente diferenciados: el tratamiento médico de resultados positivos en la mayoría de los casos y el tratamiento psicológico, este último de mayor complejidad, ya que implica la superación, por parte del adicto, de las motivaciones, tanto individuales como sociales, que le han conducido al consumo de droga y a la toxico manía.
Un elemento indispensable previo a la terapia, será la voluntad explícita del toxicómano de abandonar la droga definitivamente. El tratamiento terapéutico no puede triunfar si no existe el deseo plenamente consciente de cambiar de vida, sin que ello suponga necesariamente la aceptación por parte del enfermo de las circunstancias sociales que lo impulsaron a drogarse.
La primera fase del tratamiento consistirá en lograr la deshabituación controlando los riesgos del “síndrome de abstinencia”, que, en el caso de las drogas duras sobre todo la heroína, puede ser realmente peligroso. Esta fase tiene que realizarse bajo el cuidado y dirección de especialistas, así como en centros médicos adecuados.
En la segunda fase, se requiere generalmente un tratamiento psicológico (psicoterapia), dado que los enfermos suelen presentar algunos trastornos de personalidad y dificultades en su capacidad de relacionarse sin la droga. Para facilitar el contacto interpersonal y la dinámica social suelen emplearse las terapias de grupo.
La tercera fase, simultánea a la anterior, intenta integrar al individuo en la vida social. Pero este objetivo trasciende, la mayoría de las veces, las posibilidades estrictamente terapéuticas, ya que depende de factores económicos y sociales, por lo que deberían intervenir también otros organismos. La ausencia de este requisito suele ser el factor que provoca el fracaso en la mayoría de los casos.
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